En algún punto la humanidad apostó por establecerse, por el sedentario. Abandonó una vida ambulante, siempre al acecho de los recursos, para sembrar hortalizas y cuidar sus animales, buscando un modo de subsistencia más estable. Y seguimos buscándola, a nuestra manera del siglo XXI. Hemos llegado a un punto en que cualquier tipo o grado de inseguridad nos provoca rechazo, y censuramos a los demás y a nosotros mismos cuando la inseguridad aflora, cuando afrontamos decisiones y dilemas.
¿Pero qué es la seguridad?
La seguridad es una suerte de deseo, un anhelo, un objetivo casi utópico por que incluso de lo que más seguros podemos estar, no podemos estarlo completamente, hay pocas certezas, una de ellas es la muerte.
Puede que nos sea útil mirar atrás, hacer un repaso de todos los acontecimientos vitales que hemos superado y que llegaron inesperadamente, sin estar preparados, sin haberlos visto venir. Nos hemos adaptado a las circunstancias y, obrando acorde con nuestros valores, hemos resuelto la situación de la mejor manera posible, y hemos seguido avanzando.
Cuanto más nos centramos en tomar las riendas de lo imposible, sin darnos cuenta, estamos trasladando el peso de la responsabilidad a nuestros hombros de cuestiones que nos sobrepasan. Para evitar la sensación de caminar sobre la cuerda floja, invertimos más y más energía en crear elementos metales que nos den la confortable sensación de que somos nosotros quiénes dominamos siempre las circunstancias, sufriendo aún más por los elementos que aparecen que se salen del guión.
Insistimos en situar la seguridad en el exterior, lo que sólo con pararnos a reflexionar un breve instante, podemos ver de inmediato que es un error ya que todo aquello que existe fuera de nosotros está merced de otros condicionantes.
Otras veces pasamos a atribuir la explicación del qué, el cómo y el por qué de nuestras acciones a las circunstancia y nos escondemos tras ellas para justificar el modo en que hemos obrado.
La confianza es un buen camino, la confianza no es tener el control total. Y no lo es, por que el control total es un imposible. La confianza es acción o quietud, es una decisión. La decisión de confiar en mi mismo.
¿Decides tu o tus circunstancias?
Nos resulta más fácil atribuir la decisión a los acontecimientos exteriores: nos mantenemos en un trabajo en el que nos sentimos mal por que hay que pagar la hipoteca, dejamos un trabajo que nos apasiona por nuestros hijos, etc… En realidad nos deshacemos del peso de la responsabilidad con una fantasía de control.
Así son los demás, los hechos, los condicionantes los que deciden por nosotros, y evitamos ser conscientes y responsabilizarnos de lo que decidimos. La conciencia y la responsabilidad son dos elementos centrales de la Gestalt, sin los cuales el cambio o el crecimiento, es prácticamente imposible.
Tomar la realidad tal y como es, con lo que nos provoca miedo, y nuestra voluntad tal y como se manifiesta, nos proporciona unas coordenadas, a las que seguro llegan diversos caminos, pero que nos orientará en nuestras decisiones. Si no somos conscientes de cual es nuestra voluntad difícilmente podremos ejercerla.
Cuando tomamos una decisión difícil apelando a nuestra consciencia, a lo que creemos que debemos hacer y es positivo para nosotros, cuando avanzamos aún conociendo los riesgos que entraña, asumiéndolos e integrándolos como parte de cualquier experiencia, es cuando la confianza aparece y se desarrolla. Y el siguiente paso se ve reforzado por la confianza ganada. Tomamos decisiones menos centrados en imaginar todas las catástrofes posibles y más conscientes de la decisión, en cuan importante es para nosotros, cuán necesaria…
Afrontar que no puedo preverlo todo
La seguridad no es conocer y controlar todas las variables y decidir en función de ellas para tener la garantía de que todo saldrá según lo previsto. La seguridad es avanzar, conscientes de que no es posible controlar todas las variables, pero con el ánimo de que sabremos afrontar aquello que no hemos podido prever o que sobrevendrá.
Nos habituamos a vivir con la presión de un poder imaginario sobre las circunstancias y, cuando sentimos que no lo tenemos, nos invade la ansiedad, pudiendo llegar a pasar por momentos muy desagradables.
Un pájaro en una jaula se encuentra en un entorno seguro pero no es libre, y la libertad no es más que el empeño por ejercer nuestra voluntad de forma consciente y responsable, siendo uno mismo, mientras la inseguridad se transforma decisión a decisión, en auténtica y confortable confianza, o si prefieres puedes llamarla seguridad.
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