Si hay algo de lo que nos damos cuenta en nuestro despacho de psicólogos de Barcelona es que destinamos una considerable parte del tiempo que nos pertenece en encontrar la forma de congraciarnos con nuestro entorno. A veces aceptamos situaciones que no nos agradan, decimos cosas que no pensamos y callamos nuestras ideas, solo para quedar bien con los demás. Sin embargo, si cambiáramos el enfoque y nos dedicáramos a hallar ese mismo bienestar, pero con nosotros mismos, las relaciones con las personas que nos rodean darían un drástico giro positivo, además de que ganaríamos el nada subestimable plus de sentirnos bien con quien debe tolerarnos día y noche: nosotros mismos. Aprende el arte de llevarte bien contigo mismo. ¡Quien te diga que no encuentras a tu futuro mejor amigo!
Cómo sentirte bien en tu propia piel
Eres tu prioridad
Un error muy común que constatamos en nuestro gabinete de psicólogos en Barcelona, es el dejar que nuestra felicidad dependa de otras personas. Es una estrategia que nos permite quitarnos la responsabilidad de sentirnos plenos, ya que nos excusamos en que nuestros hijos se han ido de casa, en que nuestra mejor amiga ya no es tan cercana a nosotros o en que no hemos logrado conseguir el amor de alguien en particular.
Si nos basamos en el criterio de que nuestra felicidad depende de alguien externo, jamás alcanzaremos el bienestar personal. ¿Por qué? Porque la vida es un ir y venir, las personas transitan por tu vida, pero casi nadie se queda anclado a tu lado.
Una vez que descubras lo maravilloso que es soltar al otro para asirte de tu propia esencia, te relacionarás con los demás sin la necesidad de poseerlos y eso es algo que te permitirá amar con libertad, lo cual es el primer gran paso hacia la felicidad.
Elige tus emociones
¿Cómo? ¿Es posible elegir las emociones? ¿No son ellas las que nos controlan a nosotros? No, las emociones son una reacción a algo, por lo que es posible que tú dirijas tu atención hacia el lado que más te convenga.
Piensa por un segundo en algo que te haga sentir muy enfadado o triste: que tu hijo no obtenga buenas calificaciones; que tu muy querido y añoso gato halla fallecido o que un colega con menos talento y buena disposición para el trabajo que tú haya sido ascendido.
Ahora haz el siguiente ejercicio: remóntate a un minuto antes de haber recibido estas malas noticias y piensa en cómo te sentías. Recrea esa sensación y esos sentimientos en tu interior, y pregúntate: ¿Lo que me hace sentir pena son los hechos o la atención y el grado de energía que dedico a ello? Si lo analizas con frialdad, lo que te puebla de sentimientos negativos no es lo que ocurrió, sino lo que haces con aquello que ocurrió. Si no dedicaras tanto tiempo de tu atención al hecho de que tu colega fue ascendido, no te sentirías enfadado.
Por lo tanto, no es una sensación que proviene de tu interior, sino una reacción a un estímulo externo, y puedes hacer algo al respecto para sentirte pleno, poner la atención en aspectos de tu vida que te producen emociones de bienestar, una emoción puede quitar otra emoción. Los estímulos externos pueden afectar nuestro interior, pero tu también tienes poder de decisión. Practica este desdoblamiento a menudo durante unos minutos, muy especialmente cuando algo te produce malestar, entonces verás que mejoras de forma natural.
Acepta tus limitaciones
Es muy sano plantearse metas que sobrepasen las capacidades que conocemos de nosotros mismos, no se trata solo de conocernos sino también de comprendernos de forma amable, amorosa. Aunque estemos conociendo nuestras limitaciones, porque no podemos caer en la utopía de pensar que no tenemos limitaciones.
El ser humano es imperfecto, incompleto y limitado. Por lo tanto, hay hechos que no puedes cambiar. Muchas personas sienten que han fallado en educar a sus hijos al observar que estos no son lo que a ellas les hubiera gustado que fueran. Esta es una de las limitaciones que tenemos que aceptar, ya que los hijos tomarán su propio camino.
Otro aspecto que suele verse muy a menudo es creer que somos capaces de hacer cambiar a las personas que amamos. Muchas parejas inician una relación con toda la ilusión del mundo y con la latente esperanza de que ella dejará de ser bailarina y de que él dejará de ser posesivo en nombre del amor.
Nadie cambia a nadie y esa es una de las limitaciones de debemos asumir. Cuando una persona cambia, lo hace porque internamente se detonan mecanismos que la llevan a darse cuenta de que, si continúa con ciertas actitudes y pensamientos, no le irá bien. Sin embargo, creer que nuestro amor hará que alguien renuncie a su vocación o que decida cambiar una personalidad que lo ha acompañado por treinta y cinco años, es una idea infantil.
Pierde tus miedos
La vida es una gran obra de teatro sin guión. Si tienes la oportunidad de hablar con un actor, pregúntale qué es el pánico escénico. Es muy probable que a medida que te relate cómo su corazón se acelera ante el miedo intenso de quedarse sin palabras, sientas que te está contando algo muy familiar: tu propia historia, en ciertos momentos.
Tener miedo a lo desconocido es normal. Sería muy extraño no sentir la incertidumbre acerca de si podremos o no cumplir con las expectativas de la empresa que nos ha contratado, o si nuestra relación sobrevivirá a la distancia.
No obstante, permitir que esos miedos vayan paralizando tus acciones te llevará paulatinamente a un estado de letargo en el que ya no sentirás miedo, sino, y con mucha suerte, nostalgia acerca de lo que te has perdido. Y decimos “con mucha suerte” porque cuando vamos dejando nuestros sueños y esperanzas de lado por miedo a sufrir o a fracasar, poco a poco empezamos a dejar de sentir las emociones o el bienestar que solía acompañarnos.
El bienestar es el resultado de las buenas prácticas que adquiramos y de ensamblar nuestros pensamientos con la inminente necesidad de sentirnos emocionalmente libres y plenos. No dudes en venir a nuestro despacho de psicólogos en Barcelona, muy cerca de la parada de FGC de Gracia, para recibir información o contactar para ver como te podamos ayudar a lograr lo que deseas en profundidad.