Ellas nos toman por sorpresa sin pedirnos permiso. Se instalan en nuestro estado de ánimo y lo modifican a su gusto. Se llaman emociones y, antes de saber cómo usarlas a tu favor, debes tener presente que no son ni buenas ni malas, sino una oportunidad para conocerte mejor y lograr un relacionamiento óptimo con las personas que te rodean. Explorémoslas y convirtámoslas en nuestras aliadas.
¿Cuál es el propósito de las emociones?
Toda reacción que tiene lugar en nuestro cuerpo cuenta con una razón de ser. Las emociones son una respuesta que nos da el sistema nervioso ante los estímulos que recibe nuestro cerebro debido a la información que procesa.
Algunas emociones nos hacen sentir felices y plenos, mientras que otras nos producen un notorio malestar. A pesar de que es fácil caer en la tentación de creer que estas últimas son emociones malas, no hay nada más lejos de la verdad que ello. Las emociones, lejos de ser dañinas y perjudiciales, te ayudan a conocerte mejor, a entender tus necesidades y a mejorar tu forma de relacionarte con el entorno.
Es por todos los beneficios que nos otorgan que resulta de suma utilidad aprender a gestionarlas y utilizarlas a nuestro favor.
La inteligencia emocional y su rol en la gestión de las emociones
Para poder utilizar las emociones a nuestro favor, primero debemos desarrollar una habilidad indispensable para este propósito: la inteligencia emocional.
Una persona inteligente desde el punto de vista emocional, es alguien que ha logrado conquistar los siguientes terrenos:
- Identificación de las emociones.
- Comprensión de las emociones.
- Regulación de las emociones.
- Utilización de las emociones a su favor.
Para ello, lo primero que necesitaremos saber es que generalmente se mencionan 4 emociones básicas o primarias, que se consideran innatas y universales:
- Miedo
- Rabia
- Alegría
- Tristeza
Y existen también un gran abanico de emociones secundarias, que se consideran aprendidas, que las vamos adquiriendo en base a nuestra experiencia y la interacción con los otros.
Un dato curioso es que la tristeza dura hasta cuatro veces más que la alegría.
¿Cuál es el rol de las emociones?
Las emociones no aparecen porque sí, sino que cada una de ellas sirve a un propósito muy específico. Veamos cuál es:
- Rabia: nos avisa que hay algo que nos molesta, también nos permite reaccionar ante una agresión. Por lo tanto, esta es la confirmación de que no se trata de una emoción negativa, sino que sirve como autodefensa.
- Miedo: nos aleja de los peligros. No tener miedo podría exponernos a potenciales riesgos, ya que es la emoción que más vinculada al instinto de supervivencia está.
- Alegría: al sentirla, tanto nuestra mente como nuestro cuerpo celebran las metas logradas o las buenas noticias recibidas.
- Tristeza: está asociada con el vacío de la pérdida y del duelo. Nos cuesta mucho procesar los hechos que la provocan, ya que aceptar la despedida es uno de los desafíos más grandes que debemos afrontar en la vida.
- Amor: gracias a esta emoción nos vinculamos con las personas y experimentamos un fuerte vínculo con ellas. También nos sirve para querer a los animales y a las cosas que nos importan. Sin embargo, en este último caso podría ser contraproducente si nuestro apego a lo material nos impide avanzar.
- Poder: gracias a ella, nos sentimos capaces de llevar adelante nuestros sueños y proyectos.
Técnicas para utilizar las emociones a nuestro favor
El primer paso para convertir a las emociones en nuestras aliadas es darnos el completo permiso de sentirlas. No es por la senda de la represión que nos amigaremos con ellas, sino de su correcta regulación. De modo que cuando experimentemos una emoción que nos produzca desagrado, dejémosla recorrer por nuestra psiquis y nuestro cuerpo, al tiempo que orquestaremos las siguientes premisas para cada caso:
- Gestión del miedo: En el caso del miedo, hay que aprender a diferenciar el miedo lógico del irracional. El primero es el que tenemos que tener siempre a nuestro lado, ya que se desprende del sentido común y nos protege de potenciales peligros. En cambio, el miedo irracional es el que nos paraliza o nos hace huir, evitar situaciones. Si nos encontramos atascados en la vida, es hora de identificar a esta clase de miedo y trabajar cada día para dar pasos que nos ayuden a ganar terreno ante el miedo.
- Gestión de la ira: Hay dos acciones fundamentales que debemos hacer con la ira para regularla. La primera es tomar la determinación de no reaccionar con violencia, y asumir la responsabilidad al respecto. La segunda consiste en identificar qué es lo que la detona. Si nos enfurece que nuestra pareja postergue sus metas, ¿no será que los que postergamos algo somos nosotros y esa furia es con nuestra propia persona en vez de con nuestro/a compañero/a?
- Gestión de la alegría: Gestionaremos la alegría de forma competente al llamarla y convocarla a nuestra vida ante pequeños logros o situaciones sencillas. Si estamos estudiando una carrera, no posterguemos la celebración para el día en el que obtengamos nuestro diploma, sino que cada examen aprobado es motivo más que suficiente para hacer una pausa y festejarlo, ponernos una medalla de vez en cuando.
- Gestión de la tristeza: Llora. Esa es la consigna. En buena compañía, si puedes, o en soledad, el llanto te permitirá desahogarte y purgar esa pena que te resquebraja por dentro. Vive tus sollozos como algo natural y permíteles salir hasta que ya no queden más dentro de ti. Nunca intentes reprimir el llanto ni dejes que nadie te inunde de frases tales como “no llores” o “no vale la pena llorar por eso.” Lo que sí vale la pena, más allá de toda persona y situación, es sentirte mejor, así que llora hasta que ya no tengas más lágrimas.
Una vez el llanto ceda, dará lugar a una pena profunda, la cual no debes negar ni disfrazar, pero en la cual tampoco debes sumirte ni refugiarte bajo la victimización. Aprender a convivir con las pérdidas, las frustraciones o el duelo sin que este nos afecte en las actividades cotidianas es crucial para que la tristeza no nos imposibilite. - Gestión del poder: El poder debe mantenerse en los límites del respeto hacia el otro. Si somos una persona que por naturaleza infunde un respeto que raya en el temor, es importante no vulnerar los derechos de los demás en nuestro beneficios.
Si, por el contrario, creemos que tenemos tan poco poder sobre los demás que solo logramos hacernos oír y respetar a través de los gritos, es precisamente este el punto en el que comienza el desafío. Trabajar en nuestro poder interior es lo que nos ayudará a reivindicar nuestro don de liderazgo. Controlemos el impulso de gritar y de dar una orden, y sustituyámoslo por un tono de voz apaciguado y una simple exposición de lo que esperamos del otro.
Si nuestra relación con el poder está debilitada porque creemos que no seremos capaces de lograr lo que ansiamos, trabajar en nuestra autoestima y en nuestro valor personal nos ayudará a darnos cuenta de lo que sí podemos hacer. - Gestión del amor: Una buena gestión del amor implica mantener relaciones de igualdad, no una en la que dependamos de la otra persona. Primero nos toca aprender a amarnos, a ser felices con nosotros mismos, luego viene el amor y la felicidad en pareja y en familia.
¿Se pueden anular las emociones?
No, no se puede ni se debe intentar anular las emociones porque ellas son parte del trato de pertenecer a la raza humana. Sin embargo, esto no quiere decir que debamos dejar que hagan estragos en nuestro ánimo y en nuestras relaciones. Tenemos una responsabilidad sobre lo que hacemos o dejamos de hacer en nuestra vida.
La próxima vez que experimentes una emoción que te lleve a un estado desfavorable, tal como la rabia, la envidia y el miedo, respira profundo e identifica el motivo que la ha detonado. A partir de ese momento, comienza a trabajar en el origen que la hizo aparecer, y reflexiona sobre qué quieres hacer, cómo eliges responder a estas sensaciones, sin criticarte por lo que sientes, verás cómo empiezan a ser menos frecuentes y menos molestas estas emociones.