Las fiestas navideñas son tradicionalmente un tiempo para reunirse con la familia y los amigos, hacer balance del año vivido y proyectar nuestros deseos para el nuevo año que llega. Muchos de nosotros nos encontraremos reflexionando sobre nuestras relaciones en general y, sobre las tenemos algún conflicto, en particular. También en nuestro blog queremos pensar un poco sobre las dificultades en nuestras relaciones con los demás.
Podríamos en primer lugar detenernos a pensar en las relaciones que se han truncado, no tanto en las razones como en el impacto que nos han producido y en lo que nos hacen sentir en éstos momentos: con quién estamos enfadados, quién nos irrita intensamente y cómo nos está afectando. No se trata de hacer ningún juicio de valor de la otra persona ni de nosotros mismos. Por una vez, quizás podamos simplemente observar lo que nos ocurre.
Sin valorar si tenemos razones o no para sentirnos cómo nos sentimos respecto a alguien y a sus acciones podemos ir un paso más allá, el que habitualmente nos cuesta dar, y pensar que hay de nosotros, que estamos proyectando o añadiendo al conflicto. Aunque nos cueste identificarlo o aceptarlo, muchos de los defectos o que vemos en los demás o las dificultades que aparecen, son la imagen especular de nuestras propias disputas internas.
Dice el refrán que “no ofende quien quiere sino quien puede”, lo que viene a decir que, cuando nos sentimos heridos por cosas que dicen o hacen los demás, es gracias a que nosotros de alguna manera lo permitimos. Pero ¿cómo?
Entre lo que ocurre y cómo nos afecta hay un “espacio” interno, el de nuestra reacción a la actitudes y acciones de los demás. Prueba de ello es que nuestra reacción a las misma palabras o actos puede llegar a ser completamente diferente, según de quién provengan. En esta dimensión interna, que media entre lo que ocurre y nuestras emociones, se encuentran nuestros prejuicios, expectativas, deseos, valores, necesidades… y, a veces, antes incluso de que llegue a nuestra conciencia, juzgamos la actitud de la otra persona según éstos baremos, a menudo desconocidos incluso para nosotros mismos. Por eso hay ocasiones en que alguien nos enfada o entristece y no sabríamos decir por qué.
A la larga, estas decepciones –o lo que vivimos como tal– acaba haciendo pozo en nosotros, generándonos desconfianza, rabia, temor, sensación de incomprensión… lo que sostiene ese filtro por el que pasamos las palabras y acciones de los demás, impidiéndonos disfrutar de relaciones más sanas y equilibradas. ¿Qué podemos hacer?
El primer paso es tomar conciencia, darse cuenta de los propios procesos emocionales y mentales que interfieren en nuestras relaciones y asumir nuestra responsabilidad sobre ellos, lo que significa aceptar nuestro propio ser tal y como es y acoger con amor los automatismos emocionales de los que nos hemos ido recubriendo a lo largo de la vida, para protegernos. Nos fueron útiles en su momento, por eso surgieron, cuando ya no son útiles sino dañinos es el momento de abandonarlos.
Al conectar con quiénes somos y ser también capaces de tener una visión más compasiva –comprensiva y amorosa- de nosotros y de las personas con las que nos relacionamos, podemos dejar de simplemente reaccionar a lo que ocurre a nuestro alrededor y a las actitudes de los demás, para empezar a actuar con consciencia y responsabilidad. Nuestro psicólogos en Barcelona pueden ayudarte, somos especialista en Terapia Gestalt y otras corrientes humanistas que favorecen el desarrollo humano saludable.